Mansilla las Mulas - León
24 de junio, San Juan. Cada día que pasa dormimos mejor, uno termina acostumbrándose a los vecinos, a sus ruidos nocturnos, a sus movimientos (espero que también ellos a los nuestros).
Por la noche llovió mucho y ésta mañana está también nublado y amenaza lluvia. La ropa limpia que tendimos por la noche no ha terminado de secarse. Tenemos imperdibles y podríamos enganchar la ropa mojada a las mochilas, pero no nos apetece ser tenderetes andantes, así que la metemos en una bolsa de plástico para tenderla en el próximo albergue.
Hoy etapa corta, pero se hace dura por dos motivos: empieza a llover; y el Camino va paralelo a una carretera muy transitada. Nos ponemos ropa de lluvia y adelante. Los numerosos camiones y coches nos echan encima el spray sucio, el humo y el ruido, es un engorro.
El puente sobre el río Porma, aquí nos apartamos del tráfico (ya era hora) y tomamos vías rurales, mucho más agradables.
Tras 3 horas de caminata paramos a reponer fuerzas en un bar-albergue, donde nos ponen un plato de queso enorme. No hay problema en terminar con él (Cristina empieza a parecer vasca en ésto de comer). Un par de cafés y continuamos.
El resto del recorrido hasta León no tiene ninguna trascendencia, es la aproximación típica a una gran ciudad: extrarradio, polígonos industriales, urbanizaciones y casco histórico. Llegamos al Albergue Unamuno, que otros peregrinos han valorado muy bien en Internet. Nos instalamos, tendemos la ropa mojada, descansamos algo y salimos a recorrer León.
Cómo no, visita a la Catedral. Recomiendo los audífonos, explican muy bien lo que vas viendo de forma clara y sin caer en erudiciones.
Cristina me comenta que es muy amiga de los artesanos que crean y reparan las vidrieras, en las principales catedrales de España y algunas del extranjero. Amigos vidrieros de Cristina, toda mi admiración por vuestro trabajo, sois unos grandes artistas.
Terminada la visita a la catedral nos dirigimos al barrio húmedo, donde empezamos la ronda de tapas que tanta fama tienen en León. Gran ambiente en la calle, está a rebosar de gente, todo el mundo va a lo mismo, pero se puede circular bien. Las tapas aquí son pequeñas obras de arte culinarias, con su cañita o su copa de vino, ideales para la recuperación física y moral del peregrino. ¡ Inmejorable forma de terminar la jornada !.
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